Cuando hablamos de «trauma«, lo que nos viene a la cabeza suele ser un evento traumático específico como un accidente o un atentado. Pero existe otro tipo de trauma que proviene de una serie de experiencias difíciles que se repiten a lo largo del tiempo y en relaciones importantes para nosotros. Cuando esto ocurre, hablamos de trauma relacional: una forma de daño emocional que deja una huella profunda en cómo nos vinculamos con los demás, cómo nos sentimos con nosotros mismos y cómo percibimos el mundo.
Este tipo situaciones a veces no son visibles. Se pueden manifestar en forma de silencios prolongados, afecto condicionado, indiferencia, control o críticas constantes, etc. Lo que normalmente definimos como abuso, negligencia, abandono o dinámicas disfuncionales y puede darse dentro de relaciones familiares o de pareja. Este punto también es muy importante, porque no sólo influye lo qué ocurrió, sino que toma un papel determinante quién lo hizo y cuántas veces.
¿Qué es el trauma relacional?
El trauma relacional se refiere al daño psicológico que se desarrolla a través de experiencias dolorosas, crónicas o repetidas que aparecen dentro de relaciones significativas. Puede desarrollarse tanto en la infancia, con familias que ejercían abuso emocional, el cuidado era negligente o aportaban vínculos inestables, como en la adultez, especialmente en relaciones de parejas basadas en el abuso emocional o manipulación (Courtois y Ford, 2014).
La diferencia que encontramos con un trauma agudo, como hemos mencionado anteriormente (accidentes o desastres naturales, por ejemplo), es que este tipo de situaciones son más sutiles, recurrentes y a veces, incluso, invisibles para el entorno, pero son igual de dolorosas. Esto tiene un impacto directo en nuestra autoestima, en la sensación de seguridad, la gestión emocional y la confianza interpersonal (Herman, 2012; McLaughlin et al., 2024).
¿Cómo se forma el trauma relacional?
Este tipo de trauma se va desarrollando cuando una persona permanece en vínculos donde, en lugar de sentirse protegida y cuidada, se siente ignorada, utilizada o rechazada. Algunos ejemplos que observamos normalmente son:
- Padres emocionalmente ausentes o excesivamente críticos.
- Abuso físico, psicológico o sexual.
- Ambientes familiares caóticos o impredecibles.
- Vínculos en los que el cariño solo se da si se cumplen ciertas condiciones.
Cuando esto ocurre en las primeras etapas del desarrollo, afecta directamente al sistema nervioso, los estilos de apego infantil y en la forma en la que el niño aprende a gestionar sus emociones (Siegel, 2020). Encontramos estudios recientes con neuroimagen que han demostrado que estas experiencias influyen en el desarrollo de estructuras cerebrales como el hipocampo y la amígdala, áreas relacionadas con la respuesta del estrés y la percepción del peligro (Essex University, 2024).
¿Qué ocurre en la adultez?
En la vida adulta, es habitual que el trauma relacional se pueda manifestar en diferentes conductas o pensamientos. Esto ocurre, aunque seamos totalmente conscientes de lo ocurrido y de cómo nos afecta. Si no trabajamos desde una perspectiva psicológica, ciertas conductas aparecerán de manera automática e intrínseca, muchas veces sin ser conscientes de ello. Algunos ejemplos son:
- Repetir patrones disfuncionales en relaciones.
- Sentirse atraídos/as por personas emocionalmente inaccesibles o controladoras.
- Vivir con temor persistente y excesivo al abandono o a la traición.
- Tener problemas con la autoestima o una autoimagen distorsionada.
Estas conductas dificultan el desarrollo de relaciones positivas con los demás, no sólo de pareja sino, cualquier tipo de relación, por ejemplo, de amistad o laboral. Después de desarrollar trauma relacional, es complicado confiar tanto en los demás como en nosotros mismos. Se reactivan miedos que en el pasado nos hicieron sufrir y tendemos a sentir ansiedad, anticipando situaciones que no sabemos si sucederán, por lo que, si creemos que vamos a sufrir, evitamos la relación o intentamos que esa situación ficticia no se produzca, intensificando nuestras conductas.
¿Qué efectos tiene el trauma relacional?
Losa autores Mikulincer y Shaver (2010) explican que las experiencias de apego inseguro en la infancia pueden predecir patrones relacionales problemáticos en la adultez, incluyendo ansiedad de separación o evasión emocional. Los síntomas más comunes que se observan después de haber sufrido un trauma relacional son:
- Baja autoestima.
- Miedo al rechazo o a la intimidad.
- Hiperalerta emocional ante cualquier signo de crítica o distancia.
- Apego inseguro (ansioso, evitativo o desorganizado).
- Dificultad para confiar en los demás.
- Síntomas de ansiedad, depresión o disociación.
Tal como explica van der Kolk (2014), el trauma queda registrado no solo en la memoria psicológica, sino también en el cuerpo, afectando la respuesta al estrés, la postura, el sueño y la salud física general. De hecho, es muy frecuente que las personas que han sufrido problemas de trauma y apego presenten trastornos de ansiedad. El trauma relacional se asocia con mayor prevalencia con trastornos del estado de ánimo como ansiedad o depresión, trastornos de personalidad y trastorno de estrés postraumático complejo (Organización Mundial de la Salud, 2022).
¿Cómo se manifiesta en diferentes vínculos?
Tal como hemos comentado anteriormente, este tipo de trauma no solo afecta a las relaciones familiares o de pareja. Además, interfiere en diferentes vínculos y en distintos escenarios de la vida cotidiana. Por ejemplo, puede observarse en vínculos laborales, de amistad, relaciones con figuras de autoridad o con nuestros propios hijos.
- En la pareja, puede manifestarse como una necesidad constante de aprobación, celos intensos, miedo a la pérdida o evitación al compromiso.
- En la amistad, se refleja en la dificultad para confiar o abrirnos emocionalmente.
- En el trabajo, puede aparecer como miedo al rechazo, necesidad de complacer o incapacidad para tolerar conflictos.
Estas respuestas, en muchos casos, están asociadas a la activación crónica del sistema nervioso autónomo, especialmente cuando nuestro cuerpo ha aprendido que la cercanía emocional se relaciona con riesgo, peligro o dolor (Porges, 2022).
¿Se puede sanar un trauma relacional?
Por supuesto que sí, y eso es una gran noticia. Aunque el trauma se construya dentro de una relación, también podemos sanarlo dentro de una nueva relación reparadora, como la que establecemos en un proceso terapéutico. La psicología es un espacio seguro para:
- Explorar el origen de nuestros patrones relacionales.
- Reestructurar creencias negativas de uno mismo.
- Practicar la regulación emocional y la autocompasión.
- Construir una narrativa personal más coherente y resiliente.
Estos son solo algunos ejemplos de lo que se trabaja en terapia. No obstante, como cada situación es compleja y específica, el tratamiento es individualizado según las necesidades de cada persona. Tener un espacio donde podamos confiar, sentirnos seguros y no juzgados nos ayuda a abrirnos emocionalmente a hechos que, muchas veces, nos cuesta mucho expresar.
En este sentido, enfoques psicológicos como la terapia basada en el apego, la terapia centrada en la compasión, el EMDR o la terapia somática han demostrado ser eficaces para este tipo de experiencias (Gilbert, 2022; Cloitre et al., 2023).
¿Cómo se construyen vínculos más seguros?
Sanar no es solo “entender lo que pasó”. También implica empezar a actuar de manera diferente, relacionándonos desde otro lugar. Algunas claves son:
- Reconocer los desencadenantes: detectando qué situaciones activan nuestro sistema de alarma.
- Poner límites sanos: aprender a decir que no sin culpa.
- Permitir la cercanía segura: abrirse emocionalmente a personas que nos respetan y nos cuidan.
- Validar nuestras emociones: dejar de minimizar o invalidar lo que sentimos.
En definitiva, es un proceso complejo y largo, pero será totalmente transformador para nosotros y para quienes nos rodean.
Si te has sentido identificado/a con este blog…
Sanar un trauma relacional no quiere decir que borremos el pasado, sino que dejemos de vivir desde esa herida. Significa construir una relación más constructiva con nosotros mismos y más consciente con los demás.
No es un camino lineal, pero es posible. Y vale la pena recorrerlo.
En Enlaza Psicología estamos aquí para acompañarte, sin juicios y a tu ritmo. Si crees que el trauma relacional forma parte de tu historia, podemos ayudarte a comprenderlo y transformarlo.
Contáctanos y empecemos juntas/os este camino hacia una vida con más calma y conexión. ✨
Bibliografía sobre el trauma relacional
- Cloitre, M., Brewin, C. R., & Bisson, J. I. (2023). Directrices basadas en la evidencia para el tratamiento del TEPT complejo. European Journal of Psychotraumatology, 14(1), 2153320.
- Courtois, C. A., & Ford, J. D. (2014). Trastornos complejos por trauma psicológico: Estrategias terapéuticas. Desclée de Brouwer.
- Gilbert, P. (2022). Terapia centrada en la compasión: Fundamentos y práctica clínica. Desclée de Brouwer.
- Herman, J. L. (2012). Trauma y recuperación. Paidós.
- Mikulincer, M., & Shaver, P. R. (2010). El apego adulto: Teoría, investigación y aplicación clínica. Desclée de Brouwer.
- Organización Mundial de la Salud. (2022). Clasificación Internacional de Enfermedades para estadísticas de mortalidad y morbilidad (11.ª ed.). Trastorno de estrés postraumático complejo.
- Porges, S. W. (2022). La teoría polivagal y la ciencia de la seguridad. Eleftheria.
- Siegel, D. J. (2020). La mente en desarrollo: Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para conformar nuestro ser (3.ª ed.). Alba Editorial.
- University of Essex. (2024). Cambios cerebrales en niños expuestos a trauma. ScienceDaily. https://www.sciencedaily.com/releases/2024/02/240205165831.htm
- van der Kolk, B. A. (2014). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.
Autora:
Rebeca Gómez Rodriguez
Psicóloga y estudiante de Máster de Psicología General Sanitaria en Universidad Internacional de Valencia (VIU)
Alumna de prácticas en Enlaza Psicología